Casi tres décadas enseñando un deporte a adolescentes me motivan a realizar las siguientes reflexiones:
Hemos pasado de una sociedad donde los maestros castigaban a los alumnos con una regla en las uñas por tenerlas sucias, a que los alumnos quemen el pelo de una maestra para solo divertirse.
Mi abuelo decía que los extremos son siempre malos y cuando una sociedad pasa de un extremo a otro sin lograr un equilibrio nada bueno puede augurarsele.
Los años debieran dar la experiencia, sabiduría y madurez necesarias para lograr el punto ideal en un tema tan importante como es la educación. El respeto entre "El Maestro y El Alumno" y la aceptación de qué el primero es quien debe decidir las pautas para llegar al objetivo final, que es formar a los niños y adolescentes para que incorporen el tesoro que significa ser educados.
Días atrás mientras enseñaba tenis a un grupo de niños de entre 10 y 13 años comprobé nuevamente la decadencia actual en lo que respecta a ejercer el rol de maestro en cualquier área sea deportiva o cultural.
Repitiendo comportamientos habituales en los colegios donde estudian lo que desean, por medio de imponer programas que les permitan lograr ese objetivo, al iniciar la clase, los niños y las niñas intentaron imponer lo que querian hacer sin siquiera hacer lugar para otras alternativas.
“¿Podemos hacer esto?” “Ay ¿Por qué no hacemos esto otro que es divertido?”
“Nooo, esto es un embole. No esto no lo hagamos, siempre lo mismo. Sos un aburrido”.
Estas frases son unas de las tantas que se pueden transcribir y que desde el primer minuto de clase escuchamos de los niños los profesores de tenis.
Cuando algunos de los educadores nos oponemos a estas demandas tratando de ejercer nuestra profesión como creemos que debemos ejercerla, alli comienzan los problemas.
Nos tenemos que enfrentar con chicos mal predispuestos, sin actitud, desganados, con malos modos.
Les comunico que primero haremos la parte técnica de la clase y al final en los últimos minutos realizaremos los juegos que quieren y que no son útiles, menos para aprender tenis. Igualmente algunos se retiran u optan por otro profesor que se somete a lo que ellos reclaman.
Ni hablar cuando les pido que juntemos entre todos las trescientas pelotas que están diseminadas por la cancha.
Lo habitual es que reciba respuestas del tipo “Yo no junto, por qué tengo que juntar, papá paga la escuela, juntá vos”.
Muy pocos acatan esta consigna sin oponer un pretexto o mejor dicho un pretexto ad hoc, otros se hacen los distraídos y comienzan a hacer juegos entre ellos evitando asi juntar alguna pelota. Finalmente la mayoría de los profesores terminan haciendo esta tarea.
Incluso cuando llega el final de la clase los padres, viendo la situación expresan a los gritos:
Ay, Jonathan vení rápido, nos tenemos que ir estoy muy apurada o no juntes que me estan esperando. Y esos niños que nunca obedecen a sus padres, en esta ocasión esgrimen: "Viste, me llamaron y me tengo que ir, juntá vos solo".
Similar a lo que ocurre en los colegios o escuelas los chicos se niegan a aprender las normas del deporte, solo que aqui no resulta tan importante ya que el niño, en el peor e los casos, no sabrá jugar al tenis. Con la educación es totalmente distinto. El resultado esperable es que no sabrán leer, ni escribir, ni interpretar, ni nada que los pueda ayudar a desempeñarse en el futuro y esto sí que es grave.
El comportamiento en el deporte iguala al que tienen en las escuelas. Pésimo la mayoría de las veces. Mis colegas tienen miedo de sincerar la situación ya que en muchos casos estan abrumados por la situación económica. Se callan porque también enseñan a los padres de estos menores y temen perder los clientes, entonces es mejor no decir nada e hipócritamente elogian al niño.
¡Qué perfeccionista es Jonathan! Para nada es maleducado, él se enoja porque quiere perfeccionarse y ser el mejor, no importa que a mi no me haga caso, cuando sea grande ya madurará y la madre o padre se van felices porque escucharon lo que querían escuchar aunque en la realidad su hijo sea un malcriado e irrespetuoso que no obedece a nadie.
La experiencia nos revela que con el paso del tiempo el comportamiento y el respeto se han ido perdiendo en forma alarmante. Quienes intentamos mantener ciertos valores como el respeto al mayor, al profesor, el hacer de una clase el lugar donde el chico pueda aprender un deporte que seguramente disfrutará mucho al cabo de unos años, somos tildados de antiguos, carentes de "onda" con los chicos o que tenemos mal humor.
Aunque seamos abiertos en algunos aspectos no seremos considerados nunca profesores “buenos”, sino autoritarios, malhumorados y obsoletos.
Muchos de mis colegas ante tanta frustración ceden y finalmente hacen lo que los chicos les imponen y demandan. Asi todos quedan contentos, alumnos, padres y profesor que no tiene problemas con ninguno aunque sabe en el fondo que los chicos nada aprenderán y serán mediocres en el deporte que practiquen.
Un comportamiento sorprendente se repite entre los padres y es el siguiente:
Cuando sus chicos en algún momento se anotan en una competencia y pierden de manera contundente, momento en que comprueban que no aprendieron nada, se dirigen a los profesores pidiendoles explicaciones de por qué su hijo tuvo tan baja performance.
“¿Qué le enseñaste a Jonathan, para esto te pago?”
El otro chico que le ganó, entrena seis veces por semana y hace gimnasia y el mío nada, así no va a jugar bien nunca, además vos no le enseñaste táctica ni a jugar los partidos. Imponete un poco obligalo a entrenar sino decime a mi, que este va a ver.
Estas palabras son típicas de la mayoría de los padres cuando ven perder al hijo y las demandas hacia el profesor para que se imponga duran lo que un suspiro. El niño seguirá haciendo lo que el quiera y contara con el apoyo de sus padres que aprobarán todos y cada uno de sus malos comportamientos.
Para finalizar relato el últímo hecho con un alumno de diez años y la reacción de sus padres.
El niño ha sido casi expulsado del colegio al que concurre, tiene problemas de conducta y de relación en todos los lugares que frecuenta y ha iniciado un tratamiento con terapeutas dadas sus repetidas inconductas. En una de las clases no hizo caso a ninguna de las pautas que expresé, no juntó las pelotas y me faltó el respeto con palabras irreproducibles, lo que provocó que lo echara de la clase. Una hora mas tarde, cuando yo había terminado mi jornada laboral, el padre se acercó y amablemente me pidió explicaciones sobre lo ocurrido. Hablamos durante diez minutos y finalmente me dijo: “No se qué hacer, se porta muy mal, no hace caso a nada ni a nadie, está en tratamiento pero por ahora no evidencia resultados positivos.
Se retiró el padre y a los pocos minutos vino la madre a quien yo habia visto conversando con su marido. Yo estaba reunido tomando un café con dos señores, no obstante la mujer interrumpió la conversación y en tono imperativo preguntó:
“¿Qué pasó con Jonathan?”
Respondí que había conversado sobre el particular con su marido con quien la había visto hablando.
En tono más alto redobló:
“Sí pero ahora quiero saber yo qué pasó”y me repitió:
“¿Qué hizo?”
Le respondi: “No hace caso a las pautas, no realiza los ejercicios, no junta pelotas, se pelea con los compañeros, me faltó el respeto y entonces consideré necesario separarlo del grupo dado que además era contraproducente para los demás alumnos que veían cómo los minutos pasaban por su mal comportamiento de este chico y el grupo perdia la concentración.
“¿Decime ahora mismo qué te dijo y cómo te faltó el respeto?”
En este punto me levanté y le contesté a la madre:
Ahora entiendo por qué tu hijo tiene esa mala conducta. En primer lugar mi horario terminó y estoy manteniendo una reunión cuyo motivo desconoces. Te presentás abruptamente a pedir explicaciones cuando ya sabés lo que ocurrió porque tu marido te puso al tanto. Por favor te ruego me disculpes, ahora no te puedo atender. Debo seguir la conversación que estaba entablando con estas dos personas.
Al finalizar ese sábado mi cabeza giraba a mil revoluciones por segundo.
¿Chicos maleducados, malcriados, incontrolables o padres maleducados, malcriados e incontrolables?
Como siempre aclaro, estos comportamientos y hechos tienen excepciones. Seguramente hay padres e hijos que se comportan correctamente sin tener nada que ver con lo que acabo de describir. Esos padres e hijos constituyen la excepción que confirma la regla de la falta total de educación imperante.
Alejandro Olmedo Zumarán.
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