lunes, 27 de septiembre de 2010

AVASALLAMIENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA.




Supongamos que el diputado destituído en forma dudosa Luis A. Patti hubiera cometido los delitos de lesa humanidad que se le imputan.
¿Merece este monstruo, como lo llaman muchos de los defensores de los derechos humanos, este trato inhumano, indigno, violatorio de los derechos humanos que a ningún ser humano se le puede aplicar?

Ver al acusado víctima de un accidente cerebro vascular en camilla con suero y casi moribundo siendo sometido a un juicio oral, es la imagen de una Argentina dominada por el odio, la venganza y la aplicación de la ley según quién sea y cómo piense el destinatario.

Jamás pensé que llegaría a ver esto en este país que proclama su democracia y justicia igualitaria para todos.

Estoy muy triste, decepcionado y casi sin esperanzas de que la Argentina pueda crecer, progresar y salir adelante con millones de personas que en nombre de los derechos humanos, de la justicia y la verdad aplican la venganza violando la dignidad y los derechos humanos de los acusados.

No importa en estas circunstancias si Patti es o no inocente, aún siendo verdad los hechos por los que se lo acusa debiera respetarse su dignidad, su vida, su salud, su derecho a un juicio justo, su derecho a defenderse.

Por el contrario aún cercano a un desenlace fatal, se lo somete a un juicio donde los mismos representantes de la justicia que proclaman respetar las garantías constitucionales dejan en libertad a diario a miles de violadores, traficantes, ladrones y asesinos, se presentan impávidos, impertérritos ante esta situación en la que cualquier ser humano con sentido pleno de lo que significan los derechos humanos y la dignidad humana de un hombre enfermo hubieran suspendido este juicio ante los hechos que están a la vista de todos y para los cuales no se necesita ser médico, juez, psiquiatra, psicólogo sino tener un mínimo sentimiento de humanidad, de justicia, de verguenza.

Pareciera que el delito de lesa humanidad que cometió el ex diputado Patti fue oponerse al pensamiento único y oficial y esto en la Argentina de hoy es mucho más grave que cualquier crimen común y por ello no merece garantía constitucional ni derecho humano alguno.

Alejandro Olmedo Zumarán.

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