jueves, 20 de enero de 2011

¿EL REY DAVID?

Qué la República Argentina transita el camino de la mediocridad no es ninguna novedad. Pudimos ver luego del triunfo de David Nalbandian, una especie de Mito creado por los medios y parte del público que adora a este tipo de personajes añorados en sus íntimos sentimientos, las tapas de los diarios resaltando el triunfo del cordobés, ante un ex número 1 del mundo que hoy está muy lejos de los primeros puestos y tiene varias operaciones en su haber.
Reconocemos que el partido ganado por Nalbandian fue emotivo y su coraje fue el que siempre demostró para este tipo de partidos que le faltó en los grandes momentos y que lo hubieran connvertido en un Gran Jugador, cuando disputó la semifinal del Abierto de Estados Unidos frente a Andy Roddick al que tuvo match point y perdió en el quinto set, también vaya la casualidad al igual que hoy por cansancio o la otra semifinal del Abierto Australiano frente a Marcos Bagdhatis al que tuvo casi ganado, dos sets a cero y arriba en el tercero y terminó perdiendo en el quinto set o la semi contra Roger Federer en Roland Garros al que le había ganado el primer set y luego se lesionó los abdominales, en esa época no tenía 29 años como declaró en la conferencia de prensa luego del papelón catastrófico que hizo con el desconocido lituano Richard Berankis.
No se lo vio preocupado en las noches esteñas previas a este torneo cuando se acostaba mucho después de las cuatro y media de la mañana, como nos comunicó una fuente. Pero casualmente luego del Gran Partido frente a Lleyton Hewitt su físico no aguantó esta exigencia que para sus 29 años es demasiado según él.
Escuchar a los periodistas justificar esto da lástima y verguenza ajena. Olvidan que la mejor parte de la carrera de unos de los más grandes como Andre Agassi fue realizada luego de cumplir los 29 años, claro que el lasveguiano, como lo nombra el gran cronista deportivo Eduardo Poza, no toma fernet y ejemplos como este hay muchos.
La repercusión por el triunfo de Nalbandian muestra el patetismo de un país que al no poder enorgullecerse por algo importante como por ejemplo sus políticas económicas, de seguridad, de educación, de distribución, de empleo o contra la corrupción y el narcotráfico y la ausencia de políticos idóneos vuelca sus esperanzas al deporte, pero festejar como si fuera un campeonato mundial el triunfo de un tenista en una primera ronda muestra que ni en el deporte tenemos de qué alegrarnos.
Pudimos ver desde la pantalla pública como el tenista argentino durante la estrepitosa derrota ante Barannkis, insultaba al juez del partido en términos deplorables por un saque que a criterio del argentino había sido malo. El cronista de la televisión pública dijo:
"Qué boquita David"´
Lo que quiero dar a entender con este escrito es que Nalbandian ya perdió el tren hace tiempo y lo único que puede hacer es jugar la Copa Davis, siempre y cuando no juegue los tres días seguidos y contra jugadores que no ocupen los primeros puestos (algunos dirán que venció a Michael Yohusny, un engañoso top-ten) y en segundo lugar ganar una primera ronda en un Grand Slam contra un ex número 1 en caída libre y con varias intervenciones quirúrjicas en su cuerpo.
Perdió Nalbandian contra un ignoto por haber preparadose en forma deficiente como siempre lo hizo y faltar el respeto, no a mi, sino a quienes en forma muy inocente ven en él a un gran jugador y un gran campeón que nunca fue y no lo fue porque no es un ejemplo de buen comportamiento dentro de la cancha y tampoco es ejemplar como maneja su carrera fuera de la cancha desperdiciando años por las tentaciones que ya pasarán y provocarán mucho dolor en su fuero íntimo cuando sea un hombre maduro y seguramente se arrepienta por haber tirado por la borda su mejor capital, su clase, su tenis y su físico para quedarse en lo que es hoy un jugador de un partido y de alegrías en torneos menores contra rivales muy inferiores a su categoría.

Alejandro Olmedo Zumarán.

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