No sorprenden los últimos datos que anuncian mejoras en la economía, el empleo y los salarios. También los nuevos anuncios advierten que la imagen negativa de los K esta en baja mientras que la opinión negativa de este gobierno si bien decrece todavía es muy grande. A 18 meses de las elecciones de 2011 estimamos que hay tiempo para informar que los K tienen una imagen positiva del 99,9 % y que la economía está a nivel de las mejores del mundo. Los consultores de Poliarquía aportaron estos datos ratificados por los elogios del ex Presidente Bill Clinton tanto al gobierno como a la economía argentina.
Quiénes conservamos el pensamiento crítico, independencia y objetividad no creemos en estos datos ni dichos.
Es cierto que muchos argentinos están muy bien, como lo estaban durante la época de la convertibilidad, pero a nuestro criterio resulta mas que evidente que en el país hay una pobreza inocultable, que excede en mucho la escandalosa cifra de catorce millones de pobres reconocidos oficialmente. La cifra que manejamos llega a los dieciocho millones y esto hace increíbles los datos que anuncian una economía en crecimiento y con futuro.
Estos hechos nos recuerdan el relato de Carlos Sabino, que fue un joven argentino que quería terminar con la miseria en el mundo y formó parte de las juventudes radicales del peronismo. Nos dice Sabino en la página 202 del libro "Todos nos equivocamos":
"El gobierno de Allende, en dos palabras, había tratado de aumentar el nivel de vida de la población más pobre por decreto, apelando a medidas políticas y administrativas, sin comprender que en última instancia el ingreso real de la gente depende de la productividad general de la economía y no de lo que se decide desde los despachos de los ministerios". "Los meses de bonanza existieron, por cierto, aunque a costa de precipitar al país en una insondable crisis"
Luego en la página 203 continua:
"El socialismo, para los marxistas, representaba la culminación de la lucha de clases entre la burguesía-dueña de los medios de producción- y el proletariado, la clase explotada, que no tenía nada más para perder que sus cadenas. Para construirlo era preciso que los obreros, dirigidos por su partido, derrotaran políticamente a los capitalistas y establecieran un régimen en el que, por medio de la violencia estatal, eliminaran las bases de sus privilegios y quebraran la resistencia del ancien régime estableciendo su dictadura de clase, la dictadura del proletariado. Esta era la ortodoxia marxista en la que tantos creíamos. Pero lo que yo veía en Chile, por mi experiencia directa y cotidiana era algo por completo diferente.
"Las empresas expropiadas y nacionalizadas, los campos y las fábricas, no iban pasando al control de los obreros sino al Estado, que imponía sus políticas y se convertía en el empleador real del ampliado sector social de la economía"
¿Que pretendemos demostrar con esto?
Qué las políticas muy similares a las que Chile aplicaba hace treinticinco años llevadas a cabo por este gobierno provocarán un fracaso mas temprano que tarde y que lo del populismo, socialismo y nacionalismo no es más que otra excusa para hacerse del poder y manejar la amplia caja estatal para crear una nueva clase que se adueña de todos los medios del Estado dando nacimiento a "La dictadura de la tecnocracia", como nos dice Savino en la página 204 de su libro, "Todos nos equivocamos", que existían en la URSS y los otros países socialistas.
Las políticas aplicadas por la actual gestión no son más que otra forma de adueñarse del poder, manejar todos los hilos del mismo y en nombre de banderas como la distribución, la inclusión, la igualdad, el modelo productivo hacer lo que quieran mientras el grupo de dictadores tecnocráticos de turno se adueña de los medios, el dinero y la estructura estatal para hacer lo que intentaron hacer tres décadas atrás e instalar un populismo nacionalista y corrupto como pocas veces se haya visto en la Argentina.
Paralelamente algunos consultores y analistas nos quieren convencer de una bonanza que no existe ni existió nunca para las clases humildes y desposeídas, aunque sí para las más pudientes funcionales al poder de turno.
Y de eso se trata este entuerto, conformar a los que más tienen, para que apoyen a un gobierno mal llamado popular y nacional, mientras la parte más pobre del país sigue viviendo en un estado denigrante y paupérrimo.
Las clases dirigentes saben que con poco durante los meses anteriores a las elecciones los comprarán con alguna dádiva indigna, propia de los sistemas autoritarios, populistas y corruptos.
Es tiempo de renunciamientos en la oposición. Es tiempo para no pensar en proyectos personales. Es tiempo para diseñar y optar por un modelo de país que realmente incluya a todos y sobre todo a los más necesitados.
Quienes ya estuvieron en la política de gobierno deberían aportar su experiencia a las nuevas generaciones y estas tendrían que conformar alianzas con acuerdos mínimos para hacer grande a una Nación. Políticas que sean respetadas por los sucesivos gobiernos hasta lograr dentro de cinco décadas que la Argentina pueda estar en el lugar que nunca debió haber perdido, esto es entre los países más desarrollados del mundo.
Depende de todos nosotros salir de esta encrucijada.
Alejandro Olmedo Zumarán
Quiénes conservamos el pensamiento crítico, independencia y objetividad no creemos en estos datos ni dichos.
Es cierto que muchos argentinos están muy bien, como lo estaban durante la época de la convertibilidad, pero a nuestro criterio resulta mas que evidente que en el país hay una pobreza inocultable, que excede en mucho la escandalosa cifra de catorce millones de pobres reconocidos oficialmente. La cifra que manejamos llega a los dieciocho millones y esto hace increíbles los datos que anuncian una economía en crecimiento y con futuro.
Estos hechos nos recuerdan el relato de Carlos Sabino, que fue un joven argentino que quería terminar con la miseria en el mundo y formó parte de las juventudes radicales del peronismo. Nos dice Sabino en la página 202 del libro "Todos nos equivocamos":
"El gobierno de Allende, en dos palabras, había tratado de aumentar el nivel de vida de la población más pobre por decreto, apelando a medidas políticas y administrativas, sin comprender que en última instancia el ingreso real de la gente depende de la productividad general de la economía y no de lo que se decide desde los despachos de los ministerios". "Los meses de bonanza existieron, por cierto, aunque a costa de precipitar al país en una insondable crisis"
Luego en la página 203 continua:
"El socialismo, para los marxistas, representaba la culminación de la lucha de clases entre la burguesía-dueña de los medios de producción- y el proletariado, la clase explotada, que no tenía nada más para perder que sus cadenas. Para construirlo era preciso que los obreros, dirigidos por su partido, derrotaran políticamente a los capitalistas y establecieran un régimen en el que, por medio de la violencia estatal, eliminaran las bases de sus privilegios y quebraran la resistencia del ancien régime estableciendo su dictadura de clase, la dictadura del proletariado. Esta era la ortodoxia marxista en la que tantos creíamos. Pero lo que yo veía en Chile, por mi experiencia directa y cotidiana era algo por completo diferente.
"Las empresas expropiadas y nacionalizadas, los campos y las fábricas, no iban pasando al control de los obreros sino al Estado, que imponía sus políticas y se convertía en el empleador real del ampliado sector social de la economía"
¿Que pretendemos demostrar con esto?
Qué las políticas muy similares a las que Chile aplicaba hace treinticinco años llevadas a cabo por este gobierno provocarán un fracaso mas temprano que tarde y que lo del populismo, socialismo y nacionalismo no es más que otra excusa para hacerse del poder y manejar la amplia caja estatal para crear una nueva clase que se adueña de todos los medios del Estado dando nacimiento a "La dictadura de la tecnocracia", como nos dice Savino en la página 204 de su libro, "Todos nos equivocamos", que existían en la URSS y los otros países socialistas.
Las políticas aplicadas por la actual gestión no son más que otra forma de adueñarse del poder, manejar todos los hilos del mismo y en nombre de banderas como la distribución, la inclusión, la igualdad, el modelo productivo hacer lo que quieran mientras el grupo de dictadores tecnocráticos de turno se adueña de los medios, el dinero y la estructura estatal para hacer lo que intentaron hacer tres décadas atrás e instalar un populismo nacionalista y corrupto como pocas veces se haya visto en la Argentina.
Paralelamente algunos consultores y analistas nos quieren convencer de una bonanza que no existe ni existió nunca para las clases humildes y desposeídas, aunque sí para las más pudientes funcionales al poder de turno.
Y de eso se trata este entuerto, conformar a los que más tienen, para que apoyen a un gobierno mal llamado popular y nacional, mientras la parte más pobre del país sigue viviendo en un estado denigrante y paupérrimo.
Las clases dirigentes saben que con poco durante los meses anteriores a las elecciones los comprarán con alguna dádiva indigna, propia de los sistemas autoritarios, populistas y corruptos.
Es tiempo de renunciamientos en la oposición. Es tiempo para no pensar en proyectos personales. Es tiempo para diseñar y optar por un modelo de país que realmente incluya a todos y sobre todo a los más necesitados.
Quienes ya estuvieron en la política de gobierno deberían aportar su experiencia a las nuevas generaciones y estas tendrían que conformar alianzas con acuerdos mínimos para hacer grande a una Nación. Políticas que sean respetadas por los sucesivos gobiernos hasta lograr dentro de cinco décadas que la Argentina pueda estar en el lugar que nunca debió haber perdido, esto es entre los países más desarrollados del mundo.
Depende de todos nosotros salir de esta encrucijada.
Alejandro Olmedo Zumarán
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